Desde el Interior....

Todos hemos mirado alguna vez tras un cristal mientras fuera el incesante cielo se desplomaba sobre el asfalto, los tejados, las verdes copas, los apacibles muros. Hemos observado el bullicioso correr apresurado de las gentes resguardandose del torrencial aguacero, del implacable viento entretenido en jugar a remolinos con el aire.

Todos hemos sentido la apacible seguridad del cristal, la infinita distancia entre nosotros y el mundo, salvaguardados por una fortaleza de apenas unos milímetros de espesor. A pesar de la inclemencia, nos hemos vistos tentados de salir al otro lado, de palpar la lluvía con nuestras manos sintiendo la frescura del pluvial líquido cristalino, de dejarnos envolver por los volantes del aire, de sentir en nuestro cuerpo la helada caricia del mediodía.

Infinitamente más extensa que el breve cristal, es nuestra vasta mente, guardiana de nuestro espíritu, de nuestros pensamientos. Infinitamente más fuerte y poderosa, sobre todo cuando nuestras incursiones a corazón abierto han conocido la derrota, hemos tenido que batir en retirada y nos hemos vistos obligados a sembrar de barricadas nuestro patio de armas, para una vez a salvo en la almena del alma rehusar los vientos intrusos.

Tras estos infranqueables muros nos hemos sentimos seguros, pero solos, como esa soledad dulce y rítmica de la lluvia en el cristal. Y hemos necesitado, aún a sabienda de que podría volver a empaparnos, colocarnos de nuevo al alcance de la tormenta por el sólo anhelo de unos rayos de sol.

Sencillamente porque esta poderosa dama que es nuestra mente está vestida con una frágil y delicada túnica, nuestra piel, a través de la cual, en cada poro, se deja traslucir vibrante nuestro corazón...
Sencillemente porque hemos nacido para sentir...